lunes, 10 de marzo de 2008

Pensando en la Universidad















Recensiones
Briceño Guerrero, J.M.;
Fuenmayor, Abdel; Mendialdúa, Juan; Fuenmayor, Ramsés y Dávila, Jorge (2004) Pensando en la universidad. Centro de Sistemología Interpretativa-ULA, Editorial Panapo. Mérida, Venezuela


El tema de la Universidad siempre ha estado presente a los ojos de toda la opinión pública en el mundo y en los países donde tienen asiento. Ahora cuando se escuchan los ecos resonantes y vuelven sobre el tapete temas como las razones presupuestarias, la autoridad o potestades del Ministerio de Educación Superior y la consabida Autonomía, cinco profesores venezolanos (J. M. Briceño Guerrrero, Abdel Fuenmayor, Juan Mendialdúa, Ramsés Fuenmayor y Jorge Dávila), con su dilatada experiencia vierten ideas acerca de cómo piensan y sienten la Universidad.

Asoman las contradicciones evidentes entre el ser (o falta de ser) y el deber ser de la institución y responden preguntas cruciales acerca de su estado actual y en relación a lo que nos depara el porvenir. En el decurso de sus opiniones se pueden extraer preguntas claves: ¿En qué radica la esencia de la Universidad?, ¿Cuál es su verdadera misión? ¿O funciones?, ¿Debe estar supeditada a otros intereses, a otros dominios o al Estado?, ¿Qué males la aquejan o desvirtúan en su esencia?, ¿Quiénes merecen ser considerados como verdaderos Universitarios? y ¿Qué soluciones se vislumbran ante las amenazas? Por diferentes vías dan respuestas a estas y otras interrogantes. Desde los supuestos filosóficos que consideran al hombre y a la sociedad, pasando por los planteamientos históricos que asumen la institución en su devenir, hasta la concreción de las prácticas habituales en el seno mismo de nuestras propias Universidades.

Para la primera de las interrogantes parece haber consenso unánime entre los autores. La esencia de la universidad, lo que le da persistencia y continuidad temporal "son los haceres que se engendran cuando la 'pequeña vigilia de nuestros sentidos' está gobernada por la voluntad de saber, cuando lo que se busca es ciencia y conciencia, conocimiento y comprensión" (Briceño Guerrero). "La esencia de la Universidad está en la búsqueda de la verdad y no otra cosa" (Abdel Fuenmayor). "La Universidad debe pues fundamentarse en la búsqueda de la verdad (de toda verdad, no meramente de la llamada "verdad científica") (Mendialdúa). "La Universidad es la casa del cultivo de la verdad", "La verdad es la apertura donde aquello que es el caso se muestra en su proteico ser a partir de su fundamento -de lo que lo hace posible-" (Ramsés Fuenmayor).


Dávila, apoyándose en los supuestos de la Filosofía Griega, asemeja la Universidad a la máxima expresión de la idea de Escuela que es la Academia donde "la realización del modo de vida aparece como condición que hace posible el discurso verdadero y, en consecuencia la pretensión del alcance de la sabiduría". La esencia radica en realizar ese modo de vida, desplegar en "el ser Académico".

La misión de la Universidad no debe quedar desligada de la esencia. No se agota en la mera profesionalización, pues su misión en ese campo debe ser más elevada. Dice Briceño Guerrero: "No podrían formarse profesionales competentes si el centro de formación no fuera centro de conocimiento y reflexión, pues los profesionales aplican a los problemas de su campo de acción resultados logrados en el empeño académico, empeño caracterizado por la investigación y la invención".

Para la investigación, al decir de Abdel Fuenmayor, "la única exigencia habrá de ser el rigor del método, la honestidad en la búsqueda, la capacidad del investigador, su intención de objetividad hasta donde nuestra propia naturaleza y nuestra inmersión cultural lo permiten, y el respeto por los valores éticos que significa, ante todo, el respeto por la condición humana y por la condición de vida que la soporta". Se supone así que la investigación es la labor que permite la búsqueda del conocimiento y "la Universidad tiene el deber, dentro de su misión principal, de ser agudamente crítica".

A lo que agrega Ramsés Fuenmayor: "La actividad básica universitaria es la investigación, dentro de una organización que permita por una parte, la formación de los que continuarán la labor de investigación, y por la otra, la continua difusión de ese saber en la sociedad nacional e internacional". Tales conocimientos obtenidos, sometidos a una crítica que va más allá del criterio de certeza y que deba responder a preguntas como: ¿Sobre cuáles formas ontológicas, epistemológicas, políticas y morales se sustentan estos conocimientos? ¿Al servicio de qué y de quiénes serán usados? ¿Por qué? y ¿Para qué?

La formación de nuevos investigadores; es decir, la función docente y la labor de difusión (extensión) completaría la trilogía conformada por funciones básicas que identifican el quehacer universitario: Investigación, Docencia y Extensión. Expresa Dávila que la misión de la Universidad no debe ser confundida por las prédicas de la jerga gerencial dominante del mundo empresarial, pues: "El tener misión da una prestancia y una presencia, por así decirlo, que no otorga el simple y final objetivo de hacer dinero". Y agrega: "La misión de la universidad se consolidó como la definición del llamado a que está obligada a cumplir la institución en un orden social". Así, lo que subyace a la vida universitaria (Universitas) es el 'ser universitario'.

¿Debe estar la Universidad supeditada a otros entes? A juicio de Briceño Guerrero, "No es legítimo que la Universidad sirva al Estado porque la Universidad, en su esencia, no es un órgano ni un instrumento del Estado. La voluntad de saber no es menos radical que la necesidad de organizarse, ni depende de ella manteniendo su propia especificidad. De potencia a potencia deben ser las relaciones entre Estado y Universidad, no de amo a esclavo". Tampoco debe asumirse como 'instrumento del cambio social'; ni bajo la arrogante pretensión de 'educadora del Pueblo' y, menos aún, 'ponerse al servicio de la civilización industrial' que la envilece y contribuye a destruir sus propios valores.

Abdel Fuenmayor, sin actitud contemporizadora, dice al respeto: "Creemos que entre la Universidad y las actividades productivas ha de existir una relación, pero una relación no privilegiada y muchos menos de dependencia. La Universidad por definición, ha de estar en relación con el mundo: con la producción material, con el arte, con la ciencia, con la política, con la sociedad, con la naturaleza, con el universo entero… Pero esta relación debe respetar, por encima de todo, otro interés (que a menudo es circunstancial y del momento): la libertad en la búsqueda del conocimiento y de la verdad". En esta consideración radica la verdadera Autonomía Universitaria.

En la problemática que confrontan las Universidades, tanto en el ámbito latinoamericano como en el propio ámbito nacional, los autores, profesores de la Universidad de Los Andes en Venezuela, identifican muchos males que aquejan no sólo a las instituciones sino al propio cuerpo social donde tienen asiento. Las universidades se han teñido de los vicios y corruptelas de su entorno.

Al respecto, tomemos la expresión de Abdel Fuenmayor "En síntesis, la Universidad está deteriorada por la baja textura intelectual y espiritual de sus cuadros directivos y administrativos, por la mediocridad y el compadrazgo; por el ocio improductivo bien remunerado y por la adhesión al sistema clientelista de buena parte del profesorado; por la masificación estudiantil y profesoral, por el mal ejemplo que deriva de las actuaciones de muchos profesores y de la burocracia universitaria y, también por la acción nociva de los dirigentes políticos, todo lo cual genera incapacidad, mal uso de los recursos e incitación al amiguismo".

A tal rosario de males hay que agregar otros que derivan del falso ejercicio de la democracia intramuros; porque según Menddialdúa: "Cuando falta libertad o conocimiento o responsabilidad, la elección se convierte en manipulación o en un acto degradante del ser humano". En ese sentido, Ramsés Fuenmayor condensa las amenazas sobre la Universidad en dos fuerzas destructoras: 'la mediocridad institucional' y 'el dominio imperial de lo instrumental', trabas para el ejercicio de las prácticas y 'las virtudes'.

De modo que los males y amenazas que se ciernen sobre la institución universitaria parecerían proceder de una doble vertiente: los factores nocivos internos y las amenazas externas. Estas últimas se pueden sintetizar en la influencia de doctrinas foráneas como el Neoliberalismo que pretende "lograr que el Estado se descargue de la mayor parte de sus responsabilidades sociales". En el marco de las corrientes utilitaristas se pretende convertir a la universidad en una institución autogestionaria; lo cual -según la expresión de Abdel Fuenmayor- en aras de conseguir los recursos para su financiamiento, la haría perder de vista sus objetivos, le produciría la disgregación institucional, el debilitamiento de sus valores éticos y hasta la pérdida de la libertad académica.

En torno a quienes deben ser considerados como verdaderos universitarios los autores expresan: "El compromiso con la búsqueda de la verdad impone exigencias de un rigor intelectual, una dedicación al trabajo, una excelencia humilde, un coraje y una ética, que solamente están al alcance de quienes, en plenitud de conciencia, hicieron esa opción de vida" (Menddialdúa).

"El despliegue del 'ser universitario' implica penetrar en las dos salas del Alto Tribunal: en una nos llama la 'Vida Académica' y en la otra nos solicita la 'Vida Política'. Por la Vida Académica, estamos demasiado comprometidos con la verdad como para que la vida ciudadana -la Vida Política- no sea aún más exigente con nosotros. Como parte de la vida política, nos sentimos llamados a ejercer la humildad de transmitir la verdad investigada, recrear la poíêsis de nuestra investigación frente al conglomerado ciudadano" (Dávila).

"Mediante la actividad de una 'práctica', como forma coherente y compleja, se deben ejercitar las 'virtudes' que permiten alcanzar la excelencia de esa práctica. Quien no posee las virtudes de esa práctica no podrá apreciar cabalmente la excelencia del bien producido por dicha práctica" (Abdel Fuenmayor).

¿Qué soluciones vislumbran para la Universidad? Las soluciones deben proceder de la acción del Estado. Pero no será a través de la masificación de la Educación Universitaria, ni del compromiso que pueda asumir en el desarrollo del país. El Estado, interesado en mejorar la situación de las instituciones, considerando las condiciones particulares, debería tomar dos medidas, que sintetiza Abdel Fuenmayor así:

1) Disminución del número y dimensión de las Universidades, asignando esta denominación solamente a las que cumplan o puedan cumplir su misión fundamental. Simultáneamente, la creación de varios institutos científicos y tecnológicos, vinculados con las Universidades, que abordarían la tarea de investigación aplicada. Igualmente la creación de Institutos Científicos-Tecnológicos para la formación en carreras cortas.

2) Saneamiento de las Universidades que subsistieran mediante: una planificación por niveles y cumplimiento de los planes, programas y tareas. La depuración del personal incompetente y mediocre; implantación de un sistema de elección de autoridades que garanticen que los mejores gobiernen; una rigurosa selección estudiantil y exigencia de rendimiento; revisar y cambiar el número y carácter de las carreras universitarias; incrementar los estudios de postgrado; desarrollar los laboratorios de investigación; enriquecer las bibliotecas y los medios de información y comunicación científico-humanístico.

Las dificultades para estos cambios serían de orden político; por lo cual Abdel Fuenmayor los considera impracticables en un orden democrático, con gobiernos que nos están dispuestos a pagar el costo político tan elevado. La otra posibilidad de renovación sería que de modo progresivo y con planes a corto, mediano y largo plazo, orientar, quizás prescribir, la marcha de estas instituciones.

La metáfora del Bafometo, símbolo de los templarios, magistralmente usada Briceño Guerrero, se agita y con su brazo hacia la tierra exige la consolidación de las letras duras; pero con su brazo levantado hacia el espacio etéreo indica la constante renovación, el camino hacia la excelencia, hacia el perfeccionamiento. Suponemos que no obtiene nunca el reposo del guerrero.

César E. Salazar
Universidad de Oriente
Venezuela

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