lunes, 2 de junio de 2008

Discurso de la Universidad Trashumante sobre la situación Argentina














Abril de 2008
La coyuntura en la estructura de la Argentina de nuestros días.

Resulta difícil escribir un tiempo después, cuando muchos ya lo han hecho y lo que ayer pasaba bajo el puente parece ya no pasar. No creemos que ninguna lucha, de antes o de ahora, esté resuelta mientras haya capitalismo. Y si bien pareciera que llegamos tarde, creemos que siempre es temprano si la batalla es a lo profundo del sistema, aunque entremos por cualquiera de sus puertas coyunturales.

En verdad, escribir hoy sobre la coyuntura que está viviendo nuestro país es una tarea bien compleja. Muchos de los análisis han sido de tipo económico y en un lenguaje totalmente alejado de la comprensión de las grandes mayorías. Otros, con la carga crítica puesta sobre los productores agropecuarios, y algunos menos sobre el gobierno K, sumando así puntos a la ilusoria dicotomía creada a los fines de falsear la discusión.

En términos generales, se podría haber profundizado mucho más la mirada estructural, siendo que la misma Cristina Kirchner habló de "Sistema Capitalista". Pareciera entonces que lo que quedó oculto fue la naturaleza política del conflicto. Y sirvió, si se quiere, para fragmentar mucho más el ya debilitado tejido social de los argentinos.

Casi no se está discutiendo el proyecto de país, la forma de producción de la tierra, las relaciones sociales que lo sustentan, la distribución de las riquezas y de los bienes, la propiedad y el uso de los recursos naturales. Y la mayoría habla del "campo" como si fuese un sector homogéneo, como si el "campo" fuera todo lo mismo.

El gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) inauguró un período de recomposición de las fuerzas sociales y políticas en busca de estabilizar el orden social luego del colapso generalizado del modelo político, económico y cultural impuesto durante los '90, que decantó en el estallido social de 2001.
Las claves de la estrategia del gobierno de Kirchner se basaron en la implementación de un conjunto de políticas que sostuvieron y sellaron la continuidad de los procesos de concentración económica, desplazamiento social y subordinación política internacional, pero encubiertos ideológicamente con una retórica 'progresista' o 'de izquierda'.

Entre uno de los pilares sobre los que se apoyó y apoya la política K, encarnada hoy en Cristina Kirchner, su esposa y actual presidenta, se destacan las reivindicaciones en torno a los Derechos Humanos violados durante la última dictadura militar. Esta postura ha acercado a numerosos grupos, otrora referentes de estas luchas, al seno del gobierno, con lo cual se han acrecentado las divisiones y cooptaciones de organizaciones sociales.

Pero el origen de los Kirchner en la política proviene del mismo modelo que se generalizó en la Argentina : los Rodríguez Saá en San Luis, los Romero en Salta, los Saadi en Catamarca, los Juárez en Santiago del Estero, los Romero Feris en Corrientes, los Sapag y Sobisch en Neuquén, y muchos que están más ocultos.
El esquema fue el mismo: alto enriquecimiento ilícito, relación con el tráfico y comercialización de drogas, corrupción generalizada, dominio y control de los tres poderes del Estado, persecución y aniquilación de los opositores, control y dominio de los medios de comunicación social, reelecciones indefinidas, uso de los planes sociales como forma de evitar los conflictos sociales y llegado el caso, para formación de una "tropa propia" de defensa contra cualquier "agresión externa". Y todos ellos gozando hoy de una impunidad absoluta.

El problema estructural sigue siendo el capitalismo y las diferentes estrategias de dominación que dicho sistema conlleva para los distintos países de América Latina. En nuestro país, la pelea entre el Gobierno de los Kirchner y los representantes del campo, sobre todo los de la Sociedad Rural , es una discusión interna dentro del seno mismo del capitalismo hoy. La pelea es entre los poderosos. Son tan enemigos de la esperanza de hacer un país para todos y todas, un país de mayorías, uno como otros.

El problema del "campo" necesita una solución integral, tanto como lo necesita el de la educación, el de la salud, el de la seguridad, el de la ocupación, el de vivir y no sobrevivir, como estamos haciendo, y también el de los derechos humanos.

Nos indigna que se recurra al miedo, bajo la amenaza del regreso de los fantasmas de otras épocas, para combatir la crítica y la disidencia. Convocan al pueblo a la plaza diciendo que luchan contra el imperialismo, diciendo que es esto o una dictadura. Cuando en realidad lo que hacen es tirarnos una cortina de humo que nos impide ver lo que realmente está pasando. Perdemos el tiempo y las energías en falsas dicotomías, cuando en realidad podríamos estar viendo aun más de cerca por donde vamos con la Reforma Agraria , la Soberanía Alimentaria , la Educación Popular y todos y cada uno de nuestros proyectos históricos.

La Sociedad Rural siempre fue enemiga del pueblo, pero fue y seguirá siendo amiga de este Gobierno. Los pequeños y medianos productores se cuelgan de los grandes esperando más migajas, mientras sueñan ser como ellos, trabajando desde el mismo modelo que ha impuesto la sojización y sin poder salir de la trampa que hace que mientras más quieran hacer crecer sus bolsillos, más promoverán la desaparición de los más débiles de su especie. Prueba de esto es la Federación Agraria que, mientras recupera protagonismo y dice en sus discursos "los campesinos", es absorbida por el mismo canto de sirenas del Estado neoliberal. Nos mienten cuando hacen paro y lock out en nombre de intereses de progreso, mientras tanto acortan la vida sustentable de nuestros suelos, bosques, hábitat.

En cuanto al campo popular, nuestra impresión, aunque la sabemos dura, es la siguiente: los que se han acercado a este Gobierno, salvo honrosas excepciones, no ha sido por ideales. La mayoría ha conseguido cargos políticos y dinero. Mucho dinero. Casi todos los que aplauden las medidas del Gobierno, en general han conseguido un "conchavo" o quieren conseguirlo. O han logrado dinero importante para sus organizaciones. Y si lo han hecho por ideales, estas mismas personas deberían saber, por experiencias reiteradas, que no es compatible construir poder popular subidos al mismo carro de los corruptos por más lindos discursos que promulguen. Las peleas dentro del Estado a la corta o a la larga tienen un ganador y un perdedor. Sea con discursos progresistas o fascistas, el ganador queda siempre dentro del ring del Estado y es la popular la que desconoce o no quiere ver los arreglos del poder, la que siempre paga la entrada y pierde. Y así está y se juega esta forma de hacer política.

En definitiva, nos mienten los políticos cuando dicen que esto es democracia. Esto no es una democracia. Nos mienten cuando hablan de lucha, solidaridad y justicia y jamás apoyaron las luchas de quienes son los sujetos de la verdadera redistribución de las riquezas: las fábricas recuperadas, movimientos de desocupados, movimientos sociales y culturales en general, movimientos campesinos e indígenas, etc.
Y nosotros, los luchadores del campo popular, nos quedamos muchas veces en la palabra, en el discurso y no vamos al gesto, a la acción. Nos pasa cuando decimos que hay que reflexionar y luchar, trabajar con esperanza y humildad, sin vanguardias ni nostalgias, con el pueblo y con la gente y no podemos juntarnos ni organizarnos seriamente, mirando el largo plazo, promoviendo la unidad del campo popular, mirando más allá de estas mezquinas invitaciones K a la mediocridad sistémica.

Los campesinos y los pueblos originarios que continúan siendo sistemáticamente destruidos por los gobiernos desde hace años, los pequeños productores de alimentos para el consumo interno, son los protagonistas de una lucha que generalmente no está ni en las calles, ni en las rutas, ni en el cotidiano de la mayoría de la gente.
En los pueblos y ciudades de todo el país existen grupos y organizaciones sociales, grandes y pequeñas, que apuestan su vida en la búsqueda de una transformación social y si bien aun predomina cierto aislamiento, también son muchos los esfuerzos por juntarse y construir un proyecto común. El Movimiento Nacional Campesino Indígena, la Unión de Asambleas Ciudadanas y los múltiples encuentros de todo tipo, desde médicos generalistas hasta artistas y artesanos en lucha, son una clara muestra de esta intención.
Como Trashumantes nos interpela nuestro querer estar siendo educadores populares, y pensamos que hay algunas preguntas que podemos aportar desde nuestra mirada:

¿Cuáles son las nuevas apariencias discursivas y metodólogas que el estado capitalista nos presenta en la versión k de esta coyuntura?
¿Qué rol estratégico juega el llamado "campo" en los nuevos escenarios del sistema mundial y el interno?
¿Cuál es el modelo de extracción y producción que sostienen?
¿Cuál es su próximo avance?
¿Sobre qué, sobre quiénes?
¿Existe una verdadera redistribución de la riqueza?
¿La discusión pasa por la distribución de la riqueza, o nos animamos a hablar ya de una producción con equidad en un país que contenga los sueños y necesidades de todos y todas?
¿Dónde están, de qué hablan, qué piensan, cómo están las mayorías anónimas en esta coyuntura?
¿Cómo dialogamos con ellas?
¿Cómo las escuchamos?
¿Cómo hacemos para inventarnos un nosotros que detenga su fragmentación intestina, que avance en las articulaciones posibles y se construya con los otros y otras en una mayoría que devenga sujeto histórico con voz propia, proyecto y acción verdaderamente transformadora de la realidad?

Es necesario recomponer la pasión en esta lucha social y política que no tiene atrás otro interés que el de luchar por una sociedad diferente, justa, que venga mañana porque se construye hoy, pero que no sea hoy si entrega el porvenir. Que se anime a construir otro país en serio, con otra lógica, con otra ética y que luche, siga luchando porque ahí está la esperanza de cambiar el mundo.


Universidad Trashumante
Abril de 2008

domingo, 1 de junio de 2008

Poesía de Neruda y Vallejo junto a un comentario de Benedetti.














El Pan Nuestro

Se bebe el desayuno...

Húmeda tierra de cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno...
La mordaz cruzada de una carreta
que arrastrar parece una emoción de ayuno encadenada.

Si quisiera tocar todas las puertas y preguntar por no sé quien;
y luego ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.

Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz volaron desclavadas de la Cruz.

Pestaña matinal, ¡no os levantéis!
!El pan nuestro de cada día dánoslo, Señor...!

Todos mis huesos son ajenos;
yo tal vez los robé.

Yo vine a darme lo que acaso estuvo asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
¡otro pobre tomara este café!

Yo soy un mal ladrón... ¡A dónde iré!

Y en esta hora fría,
en que la tierra trasciende a polvo humano
y es tan triste, quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco aquí,
¡en el horno de mi corazón...!

Muere lentamente

Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música quien no encuentra gracia en sí mismoMuere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no se atreve a cambiar el color de su vestimenta o bien no conversa con quien no conoce.Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, justamente éstas que regresanel brillo a los ojos y restauran los corazones destrozados.Muere lentamente quien no gira el volante cuando está infeliz con su trabajo, o su amor, quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir atrás de un sueño quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida, huir de los consejos sensatos......¡ Vive hoy !¡ Arriesga hoy !¡Hazlo hoy !¡ No te dejes morir lentamente !¡ No te impidas ser feliz !

Pablo Neruda. Escritor chileno (1904-1973) Premio Nobel de Literatura (1971)

César Vallejo
(Perú, 1892-Paris, 1938)

Vallejo y Neruda: Dos modos de influir
Mario Benedetti
(Letras del continente mestizo, Montevideo: Arca, 1972, pp. 35-39)


Hoy en día parece bastante claro que, en la actual poesía hispanoamericana, las dos presencias tutelares se llaman Palo Neruda y César Vallejo. No pienso me­terme aquí en el atolladero de decidir qué vale más: si el caudal incesante, avasallador, abundante en plenitudes, del chileno, o el lenguaje seco a veces, irre­gular, entrañable y estallante, vital hasta el sufrimiento, del peruano. Más allá de discutibles o gratuitos cotejos, creo sin embargo que es posible relevar una esencial diferencia en cuanto tiene relación con las influencias que uno y otro ejercieron y ejercen en las generaciones posteriores, que inevitablemente reconocen su magis­terio.
En tanto que Neruda ha sido una influencia más bien paralizante, casi diría frustránea, como si la ri­queza de su torrente verbal sólo permitiera una imitación sin escapatoria, Vallejo, en cambio, se ha cons­tituido en motor y estímulo de los nombres más au­ténticamente creadores de la actual poesía hispanoame­ricana. No en balde la obra de Nicanor Parra, Sebas­tián Salazar Bondy, Gonzalo Rojas, Ernesto Cardenal, Roberto Fernández Retamar y Juan Gelman, revelan, ya sea por vía directa, ya por influencia interpósita, la marca vallejiana; no en balde, cada uno de ellos tiene, pese a ese entronque común, una voz propia e inconfundible. (A esa nómina habría que agregar otros nombres como Idea Vilariño, Pablo Armando Fernández, Enrique Lihn, Claribel Alegría, Humberto Megget o Joaquín Pasos, que, aunque situados a mayor distancia de Vallejo que los antes mencionados, de todos modos están en sus respectivas actitudes frente al hecho poé­tico más cerca del autor de Poemas humanos que del de Residencia en la tierra).
Es bastante difícil hallar una explicación verosímil a ese hecho que me parece innegable. Sin perjuicio de reconocer que, en poesía, las afinidades eligen por sí mismas las vías más imprevisibles o los nexos más eso­téricos, y unas y otros suelen tener poco que ver co lo verosímil, quiero arriesgar sobre el mencionado fenó­meno una interpretación personal.
La poesía de Neruda es, antes que nada, palabra. Pocas obras se han escrito, o se escribirán, en nuestra lengua, con un lujo verbal tan asombroso como las primeras Residencias o como algunos pasajes del Canto general. Nadie como Neruda para lograr un insólito centelleo poético mediante el simple acoplamiento de un sustantivo y un adjetivo que antes jamás habían sido aproximados. Claro que en la obra de Neruda hay tam­bién sensibilidad, actitudes, compromiso, emoción, pero (aun cuando el poeta no siempre lo quiera así) todo parece estar al noble servicio de su verbo. La sensibidad humana, por amplia que sea, pasa en su poesía casi inadvertida ante la más angosta sensibilidad del lenguaje; las actitudes y compromisos políticos, por de­tonantes que parezcan, ceden en importancia frente a la actitud y el compromiso artísticos que el poeta asume frente a cada palabra, frente a cada uno de sus en­cuentros y desencuentros. Y así con la emoción y con el resto. A esta altura, yo no sé qué es más creador en los divulgadísimos Veinte poemas: si las distintas estancias de amor que que le sirven de contexto o la formidable capacidad para hallar un original lenguaje destinado a cantar ese amor. Semejante poder verbal puede llegar a ser tan hipnotizante para cualquier poeta, lector de Neruda, que si bien, como todo paradigma, lo em­puja a la imitación, por otra parte, dado el carácter del deslumbramiento, lo constriñe a una zona tan espe­cífica que hace casi imposible el renacimiento de la originalidad. El modo metaforizador de Neruda tiene tanto poder, que a través de incontables acólitos o se­guidores ó epígonos, reaparece como un gen imborra­ble, inextinguible.
El legado de Vallejo, en cambió, llega a sus des­tinatarios por otras vías y moviendo quizás otros re­sortes. Nunca, si siquiera en sus mejores momentos, la poesía del peruano da la impresión de una espontaneidad torrencial. Es evidente que Valle (como Unamu­no) lucha denodadamente con el lenguaje, y muchas veces, cuando consigue al fin someter la indómita palabra, no puede evitar que aparezcan en ésta las cica­trices del combate. Si Neruda posee morosamente a la palabra, con pleno consentimiento de ésta, Vallejo en cambio la posee violentándola, haciéndole decir y aceptar por la fuerza un nuevo y desacostumbrado sentido. Neruda rodea a la palabra de vecindades insólitas, pero no violenta su significado esencial; Vallejo, en cambio, obliga a la palabra a ser y decir algo que nó figuraba en su sentido estricto. Neruda se evade pocas veces del diccionario; Vallejo, en cambió, lo contradice de con­tinuo.
El combate que Vallejo libra con la palabra, tiene la extraña armonía de su temperamento anárquico, di­sentidor, pero no posee obligatoriamente una armonía literaria, dicho sea esto en el más ortodoxo de sus sen­tidos. Es como espectáculo humano (y no sólo como ejercicio puramente artístico) que la poesía de Vallejo fascina a su lector, pero una vez que tiene lugar ese primer asombro, todo el resto pasa a ser algo subsi­diario, por valioso e ineludible que ese restó resulte como intermediación.
Desde el momento que el lenguaje de Vallejo no es lujo sino disputada necesidad, el poeta-lector no se detiene allí, no es encandilado. Ya que cada poema es un campo de batalla, es preciso ir más allá, buscar el fondo humano, encontrar al hombre, y entonces sí, apo­yar su actitud, participar en su emoción, asistirlo en su compromiso, sufrir con su sufrimiento. Para sus res­pectivos poetas-lectores, vale decir para sus influidos, Neruda funciona sobre todo como un paradigma literario; Vallejo, en cambió, así sea a través de sus poe­mas, como un paradigma humano.
Es tal vez por eso que su influencia, cada día mayor, no crea sin embargo meros imitadores. En el caso de Neruda lo más importante es el poema en si; en el caso de Vallejo, lo más importante suele ser lo que está antes (o detrás) del poema. En Vallejo hay un fondo de honestidad, de inocencia, de tristeza, de rebelión, de desgarramiento, de algo que podríamos llamar soledad fraternal, y es en ese fondo donde hay que de hay buscar las hondas raíces, las no siempre claras motiva­ciones de su influencia.
A partir de un estilo poderosamente personal, pero de clara estirpe literaria, como cl de Neruda, cabe en­contrar seguidores sobre todo literarios que no consi­guen llegar a su propia originalidad, o que llegarán más tarde a ella por otros afluentes, por otros atajos. A partir de un estilo como el de Vallejo, construido poco menos que a contrapelo de lo literario, y que es siempre el resultado de una agitada combustión vital, cabe encontrar, ya no meros epígonos o imitadores, sino más bien auténticos discípulos, para quienes el magis­terio de Vallejo comienza antes de su aventura literaria, la atraviesa plenamente y se proyecta hasta la hora actual.
Se me ocurre que de todos los libros de Neruda, sólo hay uno, Plenos poderes, en que su vida personal liga entrañablemente a su expresión pética. (Curio­samente, es quizá el título menos apreciado por la crí­tica, habituada a celebrar otros destellos en la obra del poeta; para mi gusto, ese libro austero, sin concesiones, de ajuste consigo mismo, es de lo más auténtico y va­lioso que ha escrito Neruda en los últimos años. Someto al juicio del lector esta inesperada confirmación de mi tesis: de todos los libros del gran poeta chileno, Plenos poderes es, a mi juicio, el único en que son reconoci­bles ciertas legítimas resonancias de Vallejo). En los otros libros, los vericuetos de la vida personal importan mucho menos, o aparecen tan transfigurados, que la nitidez metafórica hace olvidar por completo la validez autobiográfica. En Vallejo, la metáfora nunca impide ver la vida; antes bien, se pone a su servicio. Quizá habría que concluir que en la influencia de Va­llejo se inscribe una irradiación de actitudes, o sea, después de todo, un contexto moral. Ya sé que sobre esta palabra caen todos los días varias paladas de indignación científica. Afortunadamente, los poetas no siempre están al día con las últimas noticias. No obstante, es un hecho a tener en cuenta: Vallejo, que luchó a brazo partido con la palabra pero extrajo de sí mismo una actitud de incanjeable calidad humana, está milagrosa­mente afirmado en nuestro presente, y no creo que haya crítica, o esnobismo, o mala conciencia, que sean capaces de desalojarlo.

(1967)