martes, 1 de enero de 2008

En la Génesis del Siglo XXI







¿Cómo luchar entre tanta ceguera?







INTRODUCCIÓN
Antes de tratar el tema que nos convoca, la “sociedad contemporánea”, debemos situarnos en el período histórico del cual nacen los primeros esbozos de este capitalismos envolvente.

Primero, al tratar los siglos XVII y XVIII, la técnica y la industria estaban en sus comienzos, en comparación con el desarrollo que alcanzaron en los siglos XIX y XX, y en segundo, que todavía seguían ejerciendo una influencia las prácticas e ideas de la cultura medieval sobre las prácticas económicas de ese tiempo. Es decir se consideraba anticristiano y antimoral que un comerciante intentara atraerse a los clientes de otro reduciendo los precios o por cualquier otro incentivo. Estas actitudes se basan en principios que habían determinado la vida humana durante muchos siglos. El más importante de ellos era que la sociedad y la economía existen para el hombre, y no el hombre para ellas. No se consideraba saludable ningún progreso si se perjudicaba a un sector cualquiera de la sociedad, por cuanto había que conservar el equilibrio social tradicional, y se reputaba dañina cualquier perturbación de ese equilibrio.

En el siglo XIX cambia la actitud tradicionalista. El ser humano viviente, con sus deseos y dolores, va dejando cada vez más de ocupar el centro del sistema, y ese lugar lo van ocupando los negocios y la producción. El elemento más característico del capitalismos del siglo XIX fue la explotación despiadada del trabajador; se creía una ley natural o social el que centenares de miles de trabajadores vivieran a punto de morirse de hambre. Se suponía que el propietario del capital procedía en forma moralmente correcta si, en busca de ganancia, explotaba al máximo el trabajo que alquilaba. Con ello vemos que difícilmente podía existir sentimiento de solidaridad humana entre el capitalista y sus obreros. Regía como ley suprema en la esfera de la economía, la ley de la selva.

El Principio capitalista de que cada uno busca su provecho y contribuye así a la felicidad de todos se convierte en el principio guía de la conducta humana.

En nuestros días no es la ley del mercado lo único que tiene vida propia y gobierna a los hombres, sino también el progreso de la ciencia y de la técnica. Por ejemplo como decía Morin, respecto de la búsqueda del conocimiento, hoy el científico no elige el problema, el problema se impone al científico, cuando resuelve uno no se siente más seguro o más cierto, sino que surgen otros diez problemas nuevos.

Nosotros no elegimos nuestros problemas, nos vemos empujados hacia ellos, obligados y ¿qué nos obliga? Un sistema que no tiene ninguna finalidad ni meta fuera de sí mismo y que convierte al hombre en un apéndice suyo.

Desde este piso histórico podemos dar comienzo a este viaje por terrenos en los cuales vivimos inmersos y muy pocas veces nos detenemos a analizar, comenzaremos con un resumen del texto, el que nos dará los lineamientos necesarios para las reflexiones posteriores.






PSICOANÁLISIS DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA


Tesis 1: Contexto Histórico, líneas Generales:

Al finalizar el siglo XIX, el hombre dejó atrás supersticiones y comenzó a conquistar su libertad frente a las autoridades clericales y seculares, teniendo hoy como jueces a su conciencia y a la razón, gracias a que ha hallado un nuevo principio unificador, la ciencia, con ello comienza a buscar una nueva unidad en la unificación social y política del mundo y en el dominio de la naturaleza, fusionando la conciencia moral, legado de la tradición judeo-cristiana y la conciencia intelectual, legado de la tradición griega, produciendo un florecimiento de creaciones humanas nunca antes conocidas.

Aún así, estos acontecimientos lo han llevado a sumirse en un miedo, puesto que ha conquistado la “libertad de”, sin haber conseguido la “libertad para”: para ser él mismo, para ser productivo, para estar plenamente despierto.

Para huir de estos sentimientos (miedo y libertad) se ha abierto camino en su dominio sobre la naturaleza, al construir el nuevo mecanismo industrial, en el cual se absorbe y fija como meta de vida. Dejó de usar la producción como un medio para vivir mejor, hoy la utiliza como un fin en sí misma, fin al cual ha quedado subordinada la vida, su vida.

Si en el siglo XIX el problema era que Dios había muerto, podemos decir que en el siglo XX ha muerto el hombre. Esta enajenación y automatización lo han conducido a un desequilibrio mental cada vez más acentuado. Vive una vida sin sentido, sin alegría, sin fe, sin realidad. Todo el mundo es feliz salvo que no siente, ni razona, ni ama.

Se presenta un análisis comparativo de su diagnóstico respecto a la cultura occidental de la época en que vive, el siglo XX, destacando las que opiniones críticas de pensadores del siglo XIX que visualizaron la realidad social del siglo XX.

Se enfatiza la caída en diferentes áreas respecto a pobreza espiritual, desorganización política y todo, menos verdaderas democracias. Su mayor énfasis está dado en la falta de libertad que aún habiendo creído ganar se ve perdida.

Destaca a Durkheim como quien realizó el diagnóstico más significante de la cultura capitalista, pues resalta que se vive en una situación de “anomia” que es la carencia de vida social estructurada y dotada de sentido, dejando el individuo y el grupo de vivir satisfactoriamente, es decir viven una “anomia”.

También hace énfasis en la obra de R. H. Tawney que indica que el principio de la sociedad capitalista es el dominio del hombre por las cosas; al punto de volverse obsesión, por lo cual recomienda una completa revisión de los valores que rigen la sociedad.

Expone a Elton Mayo como coincidente con Durkheim de que todo esfuerzo científico ha progresado muy poco en el conocimiento del problema humano que se genera con el capitalismo.

Pone a la par a Tawney con F. Tannenbaum, aunque éste último destaca el papel del síndicato, en cambio Tawney en su idea socialista, requiere participación directa de los trabajadores.

Se hace una crítica (por Tannenbaum) a la sociedad actual que no puede ofrecer reales resultados sino a través del sindicato y se la indica como una posibilidad salvadora, si se vuelve un grupo unificado.

Fromm apoya su crítica a la civilización moderna con las ideas de Lewis Mumford que plantea la idea del “hombre masa” sin capacidad de elegir, sin espontaneidad, irresponsable, gobernado por sus reflejos condicionados dando como resultado un hombre dividido en dos grupos: “condicionadores” y “condicionados”, “bárbaros activos” y “bárbaros pasivos”.

En todo el comentario del autor se procura por mostrar el nefasto efecto social e individual que se genera en un medio que hace del hombre solo una especie de máquina, relativiza e incluso desecha la parte espiritual en su desarrollo y evita que use la capacidad humano-divina de pensar, es decir se convierte más y más al hombre en un ser alienado.

Tesis 2: Salud Mental


A través de la historia se han manifestado diversas soluciones a la problemática que acaece al hombre en vías a la sociedad contemporánea como por ejemplo la idea Judeo-Cristiana de Salvación del Hombre, la era de la razón, la era positivista, la era de la idolatría autoritaria manifestada en el fascismo, nazismo y el stalinismo, en donde se enseña a proyectar las potencias humanas en el estado, en la “patria” a quien tiene que someterse y adorar.

A fines del siglo XIX, vemos un auge en la tecnología que lleva al individuo a acuñar el concepto de “capitalismo”, el cual tiende a estimular la competencia y el egoísmo, envolviendo al trabajador en la idea que el reparto de las utilidades será equitativo, venciendo el disgusto del trabajador, haciéndole creer que también él es un capitalista y un participante activo en el sistema, estableciendo la lógica de un “super capitalismo”.

Fromm propone una salida beneficiosa que llevará al individuo a una salud mental desde el socialismo, el cual se ve que en teoría podría llevarse a cabo como el sistema social operante en Rusia, el cual unifica el trabajo, pero su quiebre se genera en la distribución equitativa de los haberes económicos.

El concepto de salud mental depende del que tengamos de la naturaleza humana. Las necesidades y pasiones del hombre nacen de la condición peculiar de su existencia. Las necesidades que comparte con el animal (hambre, sed, sueño, apetito sexual) son importantes porque tienen sus raíces en la química interior del organismo y pueden hacerse omnipotentes cuando no son satisfechas.

La satisfacción de las necesidades y pasiones humanas nacen de la necesidad de trascendencia, la necesidad de un sentimiento de identidad y la de un marco o cuadro de orientación y devoción.

La solución del hombre a sus necesidades fisiológicas es, psicológicamente hablando sencilla, aquí la dificultad es puramente sociológica y económica.

El asunto está en cómo lo hace, cómo lo hará. Desde aquí nace nuestro tema clave “el hombre en la sociedad capitalista”.

Si queremos estudiar ahora el estado de la salud mental en el hombre occidental contemporáneo, y si hemos de investigar qué factores de ese tipo de vida contribuyen al desequilibrio mental y qué otros conducen al equilibrio, tenemos que estudiar las influencias de condiciones específicas de nuestro modo de producción y de nuestra organización social y política sobre la naturaleza humana; tenemos que llegar a formarnos una idea de la personalidad del hombre medio que vive y trabaja en esas condiciones. Sólo si podemos llegar a formarnos esa idea de “carácter social”, por dudosa e incompleta que sea, tendremos una base para juzgar la salud mental y el equilibrio del hombre moderno.

Tesis 3: Realidad Contemporánea, una suerte de enajenación.

Cada sociedad está estructurada, y opera, de determinadas maneras requeridas por numerosas condiciones objetivas. Entre esas condiciones se cuentan los métodos de producción y distribución, que a su vez dependen de las materias primas, de las técnicas industriales, del clima, del volumen de la población, de factores políticos y geográficos y de las tradiciones e influencias culturales a que la sociedad vive expuesta. No hay “sociedad” en general, sino únicamente estructuras sociales específicas que funcionan de modos diferentes y averiguables.

Los individuos y /o las diferentes clases o sectores que existen en su seno, tienen que comportarse de manera que puedan funcionar en el sentido requerido por el sistema social. La función del carácter social consiste en moldear las energías de los individuos de la sociedad de tal suerte, que su conducta no sea asunto de decisión consciente en cuanto a seguir o no seguir la norma social, sino asunto de querer obrar como tienen que obrar, encontrando al mismo tiempo placer en obrar como lo requiere la cultura.

Aunque es cierto que el hombre puede adaptarse a casi todas las circunstancias, no es una hoja de papel en blanco sobre la que escribe su texto la cultura. Necesidades como las de felicidad, armonía, amor, y libertad son inherentes a su naturaleza; y son también factores dinámicos del proceso histórico que, si se frustran, tienden a producir reacciones psíquicas y a crear en definitiva, las mismas condiciones adecuadas para los impulsos originarios. Mientras las condiciones objetivas de la sociedad y de la cultura permanecen estables, el carácter social tiene una función predominantemente estabilizadora. Si las condiciones externas cambian de tal manera, que ya no encajan bien en el carácter social tradicional, se produce un rezago que con frecuencia convierte la función del carácter en un elemento de desintegración en vez de serlo de estabilización. Debemos diferenciar los factores a que se deben los contenidos particulares del carácter social y los métodos en que es producido el referido carácter social.

Por otra parte la familia puede considerarse como la agencia psíquica de la sociedad, como la organización que tiene por misión transmitir las exigencias de la sociedad al niño en crecimiento.

Cumple esta misión de dos maneras: Primero, y este es el factor más importante, por la influencia que el carácter de los padres tiene en la formación del carácter del niño.

Segundo, los métodos de educar a los niños, habituales en una cultura, realizan la función de moldear su carácter en una dirección socialmente deseable. Cabe destacar que los métodos educativos sólo tienen importancia como mecanismos de transmisión, es decir nunca podremos explicar el carácter social, a través de ellos.

Con ello podemos decir, que el problema de las condiciones socioeconómicas de la sociedad industrial moderna que crearon la personalidad del hombre occidental moderno son causantes de las perturbaciones de su salud mental.

El funcionamiento económico del mercado descansa sobre la competencia de muchos individuos que quieren vender sus mercancías en el mercado correspondiente. El individuo se sentía cada vez más impulsado por el deseo de sobrepasar a su competidor.

En esta riña por el éxito, hicieron quiebre las reglas sociales y morales de la solidaridad humana; la importancia de la vida consistía en ser el primero en una carrera de competencia.

Otro factor característico de este modo capitalista de producción tiene relación con la finalidad de toda actividad económica, la ganancia. Ganar más de lo que se gasta en el acto de producción. Nuestro problema está en que nuestro móvil para producir no es la utilidad social, no es la satisfacción que produzca el proceso del trabajo por sí mismo, sino las utilidades derivadas de las inversiones.

La esencial función humana del cambio de esfuerzo por dinero puede convertirse en la manipulación abstracta de dinero para obtener más dinero. Pero aun respecto de quienes trabajan y realizan servicios, sus ingresos no guardan una proporción razonable con los esfuerzos que realizan.

Lo que caracteriza la distribución del ingreso en el capitalismo es la falta de una proporción equilibrada entre el esfuerzo y el trabajo de un individuo y la consideración social que se le concede en forma de compensación financiera.

En una sociedad más pobre que la nuestra, esa desproporción tendría por consecuencias extremos de lujo y de pobreza mayores de lo que tolerarían nuestras normas morales. Ahora lo que el autor desea destacar y analizar son los efectos morales y psicológicos. Uno de éstos es la desvalorización del trabajo, de los esfuerzos y las habilidades del hombre. Otro es que, mientras mi ganancia esté limitada por mi esfuerzo, mis deseos también están limitados.

Como podemos apreciar nos deviene una suerte de enajenación, el trabajo bajo esta mirada capitalista enajena al ser humano y nos cabe destacar como último punto cuál es el efecto de esta enajenación sobre la salud mental.

Nuestra respuesta va a depender de lo que comprendamos por salud. Si significa que el hombre puede llenar su función social dedicarse a la producción y reproducirse, es indudable que el hombre enajenado puede ser un hombre sano. Si atendemos a la definición psiquiátrica corriente de salud mental, también podríamos creer que estamos sanos. Puesto que los conceptos de salud y enfermedad son producto de los hombres que los formularon y por lo tanto de la cultura en que viven esos hombres.

Por cierto que el más popular de todos los conceptos modernos con que cuenta el arsenal de fórmulas siquiátricas se el de seguridad. Se ha destaca este concepto como finalidad suprema de vida y como la esencia de la salud mental. Las razones podrían ser por las amenazas constantes de guerra sobre el mundo o quizás la gente se siente cada vez más insegura por la automatización y la conformidad cada vez más grandes.

El problema se complica por la confusión entre seguridad psíquica y seguridad económica. En los países occidentales, en los últimos cincuenta años, se viene dando desde la adopción del principio de que todo ciudadano debe tener un mínimo de seguridad material en caso de desempleo, enfermedad o vejez. Pero, aunque se ha adoptado este principio, aún hay mucha hostilidad en ciertos hombres de negocios, especialmente contra la aplicación tan extensa de ella.

Por lo que el autor se cuestiona ¿cómo puede una persona sensible y viviente sentirse segura siempre? Nos plantea que la tarea psíquica que podemos hacer a favor nuestro no es sentirnos seguros, sino ser capaces de tolerar la inseguridad sin pánico ni miedo indebido.

¿Cómo puede ser capaz de tolerarlo? Un modo es estar enraizado en el grupo de tal manera, que el sentimiento de identidad esté garantizado por la pertenencia al grupo, trátese de la familia, del clan, de la nación o de la clase.

Mientras el proceso de individualización no ha llegado a la fase en que el individuo se libra de esos vínculos primarios, todavía es “nosotros”, y mientras el grupo funciona, está cierto de su propia identidad por la pertenencia a él. El desarrollo de la sociedad moderna ha llevado a la disolución de esos vínculos primarios. El hombre moderno está esencialmente solo, tiene que sostenerse sobre sus propios pies y valerse por sí mismo. Puede conseguir la sensación de seguridad solamente desarrollando la entidad única y particular que es “él” hasta un punto en que verdaderamente pueda decir “yo soy yo”. Este resultado es posible únicamente si desarrolla sus capacidades activas en tal medida que pueda desarrollarse en el mundo sin necesidad de sumergirse en él; se puede lograr una orientación productiva.

Pero la persona enajenada trata de resolver el problema de otra manera, a saber por la conformidad. Se siente seguro cuando es todo lo posible parecido a su prójimo. Su objetivo supremo es ser aprobado por los demás, y su mayor miedo que pueda no ser aprobado. Ser diferente, encontrarse en una minoría, son los peligros que amenazan su sensación de seguridad, y de ahí el ansia de ilimitada conformidad. Entonces es anhelo de conformidad produce una sensación de inseguridad que actúa constantemente, aunque de manera oculta.

Dos conceptos importantes que no pueden dejar de ser mencionados en este resumen, lo que se entiende comúnmente por amor y felicidad. Nos referiremos al primero en cuestión, en términos populares, podemos descubrir connotaciones mercantiles del amor, por ejemplo en discusiones del amor marital y sobre la necesidad que sienten los niños de amor y afecto.

El otro concepto es la felicidad, uno de los populares, por los que se define hoy la salud mental, como dice la consigna “un mundo feliz”, si preguntamos por este concepto, la mayoría es probable que responda que felicidad es “divertirse”, “pasar un buen rato”, si preguntamos qué es divertirse, la respuesta dependerá de la situación económica del individuo, y más de la educación y de la estructura de su personalidad. Generalmente se define la felicidad como lo contrario a la tristeza, mas Fromm nos plantea que una persona vivaz y sensible no puede dejar de estar triste o de sentir pena muchas veces en su vida, esto debido al carácter de la existencia humana, que hace imposible no reaccionar ante la vida con una buena dosis de pena y dolor. El esfuerzo para evitarlo sólo es posible si reducimos al máximo nuestra sensibilidad, nuestra simpatía y nuestro amor, si endurecemos nuestros corazones y nos apartamos de los demás y de nosotros mismos como también de nuestros sentimientos.

Desde el punto de vista del humanismo normativo, tenemos que llegar a un concepto diferente de la salud mental; la misma persona que se considera sana en las categorías de un mundo enajenado, desde el punto de vista humanístico parece la más enferma, aunque no de una enfermedad individual, sino de un defecto socialmente modelado.







REFLEXIÓN 1

Mi reflexión respecto al texto analizado reconoce la pertinente y certera crítica de E. Fromm a la sociedad del siglo recién pasado; puesto que está en completa relación con la sociedad, de la que formo parte.

Me ha impactado el hecho que grandes pensadores hayan podido visualizar la condición deficiente de lo que es ser hombre. Hemos convertido la producción en un fin en sí mismo y no en un medio para la mayor realización del ser humano, por lo tanto se ha perdido la búsqueda de lo “divino”, de la espiritualidad, aspectos que son parte de nuestra especie, todo esto consecuencia de la enajenación a la que la productividad ha llevado al hombre y tal como lo visualizaba Marx y Hegel, la redención social sólo se dará a través de un trabajo en comunión de intereses unos con otros; de modo que el trabajador se sienta parte integrada del proceso productivo y se retome el trabajo como un modo de completar al hombre, no al revés.

Conforme Fromm, plantea una necesidad de salud mental. Para generar esta nueva sociedad, el autor abre la posibilidad de que la especie humana se reencuentre con su esencia, lo cual me parece que puede ser llevado a cabo bajo un socialismo como el que Fromm propone, entendido como la real equidad en todos los ámbitos de desarrollo social. Este sería una salida significativa de considerar, evitando caer en la masificación e impidiendo el individualismo en su manifestación extrema.

De todos modos pasa por nosotros, los integrantes de la sociedad, optar ante toda posibilidad de elección y en lo personal, ante el desarrollo de una vida robotizada, carente de expresiones participativas y colaborativas que procura embotar mi capacidad de raciocinio, de limitar mi expresión de mi aporte individual a un todo mayor, ante la posibilidad de alienarme en el trabajo mi opción es ir más allá considerando al otro o a los otros como parte importante de mi crecimiento y del crecimiento de una sociedad saludable con la visión que el consumo y la producción son parte de la vida y no la vida misma y menos aún lo que da significado a la humanidad.

Me uno a la agrupación que fue capaz de crear su propio decálogo en respeto y consideración a la diversidad del medio al cual pertenecemos, es decir a la raza humana.

REFLEXIÓN 2



Desde una mirada patriarcal como es la dada en nuestra cultura occidental, las actitudes de una sociedad ante la conducta social, moral, ecológica, sexual, de sus miembros cambian en la medida en que varía un conjunto de influencias relacionadas con ellas. El grado de licencia permitida o de restricciones impuestas deriva de una complicada interacción de factores ideológicos y pragmáticos. Se trata generalmente de imponer restricciones por consideraciones económicas o creencias religiosas y morales de moda. Sin duda otras influencias ambientales útiles también juegan su papel. En días más tempranos de la historia humana, cuando la vida era menos sofisticada, parecía que las presiones psicológicas no eran tan complicadas ni confusas.

Sólo debemos remontarnos a la génesis de nuestra vida humana y recordar como nuestros antepasados iban por la vida, indistintamente hombres y mujeres, sin ropajes que los restringieran y lo cual, no implicaba un deseo sexual latente. Si les parece un poco antiguo este recuerdo les invito a investigar la vida de ciertas tribus africanas.

El echo de reprimir la naturalidad de la corporalidad humana inicialmente, nos ha hecho cubrir nuestros ojos, nuestros cerebros, nuestros sentimientos, en función de una felicidad y seguridad irreal, que sólo la enajenación del actual capitalismo imperante nos ha sometido.

Es difícil determinar en qué medida el comportamiento sexual de los indios estaba influenciado por un factor “religioso”. Analizar la conducta de esos pueblos y tratar de comprenderlos en términos divisivos, compartimentados por ejemplo, sus aspectos económicos, políticos, sociales o religiosos, sería ignorar y tal vez destruir la simple integridad de su respuesta natural al medio ambiente. Como ya visualizaba Kant y luego analizaba Morin respecto de las disciplinas que dividen al hombre y no llegan a captar su contexto.

En tales sociedades primitivas, suponiendo que no tienen ningún conocimiento o medios anticonceptivos, ¿se podría decir que solo entraron en el misterio de la cópula con el sagrado propósito de procrear y asegurar la supervivencia de la tribu? ¿Y que por lo tanto el cumplimiento de estos propósitos constituye en sí mismo la “religión” de sus vidas?

Como podemos apreciar en estas líneas, nuestra sexualidad queda supeditada a lo que podemos llamar “constructo social”, si nos centramos en nuestra cultura chilena, veremos que frente a la sexualidad bordean una serie de prejuicios, los cuales están altamente alimentados por una religiosidad prohibitiva y enjuiciadora.

Y qué hay de la cópula que realizamos a diario con la sociedad, con la vida laboral, con las exigencias económicas imperantes, vivimos en una sociedad de “libre mercado” una era de “globalización”, pero qué vendemos, qué compramos. He llegado a la conclusión que cada vez nos vendemos más a nosotros mismos, a tal punto que instrumentalizamos a seres humanos como hemos creado relaciones funcionales con la naturaleza no humana, me explico, ya nada está dado en la vida como mera casualidad o mejor dicho nada es visto como propio de lo natural sino que todo gira en función de lo útil, lo necesario, si lo aplicamos a las relaciones humanas, vemos el mismo principio, puesto que establezco “amistades”, porque así las llamamos con personas que sabemos nos serán útiles, de las cuales podremos obtener algún provecho, con esto no quiero decir que todas las relaciones se desde aquí, quisiera quedarme con la esperanza que existen personas que salen de regla.

También quisiera llevar esta reflexión a un apunto que me agradó bastante en los planteamientos leídos la naturaleza de la configuración de ser humano contemporáneo que vive en función de la aprobación del otro, no basta con la armonía que le de su sapiensa, su fluir de la vida, sino tiene que vivir en la comparación, lo que le lleva a una suerte de competitividad propia de culturas capitalistas, ahora me cuestiona si en la génesis de nuestra historia esto no era así, ¿cómo nace?

Para responder me sostendré en una teoría que propone Maturana (1998), quien dice que Jesús vino en función de una ley de obediencia, la cual él mismo abolió en un pacto de amor, dado desde su sacrificio, el amor que plantea él está referido a la legitimación del otro, ahora lo que pasó después es que sus mismos seguidores reintrodujeron la ley, la norma, ya que surge la gran disputa en el clero por hacer valer leyes o no.

Desde esta visión Judeo- Cristina se configuran lazos sociales bajo tres conceptos importantes para nuestra sociedad occidental, los derechos, los deberes y los códigos morales, lazos que cada vez nos llevan más y más a separarnos del otro, como planteaba Fromm, nos separamos de las relaciones primarias, existen distancias entre los individuos. Establecemos relaciones de poder con los otros o la relación con el otro se da en forma democrática o totalitaria, dependiendo del contexto histórico - social. Lo que nos lleva a experimentar una doble tarea:

Reconocer la igualdad del otro, en cuando sujeto de derechos. Y a la vez, nos implica la:

Dificultad de asumir la diferencia psíquica del otro.

En estas configuraciones juega un gran papel en la educación formal, pero entiéndase que no es el único ente que crea esta cultura. También la familia, las políticas económicas, etc.

¿Qué pretende la sociedad? Que seamos “seres humanos universales”, “globalizados”, como plantea Luis Carlos Restrepo (1998) en su libro “Derecho a la Ternura”, personas útiles a la empresa, el ejército, a la sociedad de consumo. En donde pensemos que para ser felices debemos ser exitosos, líderes, cuando realmente para alcanzar la anhelada felicidad y libertad debemos como dice Heidegger trascender, ser capaces de abrirnos hacia el mundo, no permanecer encerrados en nosotros mismos, cayendo preso en las cosas dadas, externas, tenemos que ser capaces de vivir una vida “auténtica”, dejando de vivir determinados por las posesiones.

Para finalizar me asiré a una verso de nuestro anti poeta Nicanor Parra:

“El error consistió en creer que la Tierra era nuestra,

cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la Tierra”.





BIBLIOGRAFÍA

- Psicoanálisis de la Sociedad Contemporána, Erich Fromm.

- Derecho a la Ternura, Luis Carlos Restrepo.

- El sentido de lo Humano, Humberto Maturana.




Conclusión


Como hemos analizado, podríamos decir que aún somos presa de esta sociedad contemporánea, que si bien es cierto está planteada desde una crítica a Estados Unidos, muy bien podemos extrapolarla a nuestra realidad y aún encontrándonos en los inicios del siglo XXI, pero podemos destacar que con el echo de que existan personas que aún consideren relevantes estos temas.

Por el solo hecho de reflexionar acerca de cómo vivimos, como trabajamos, etc. Podemos augurar nuevos horizontes.

(no encontré el autor del artículo)

Universidad del Mar- Chile

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