« Los dioses nos dan muchas sorpresas:
lo esperado no se cumple y para lo inesperado
un dios abre la puerta. »
Eurípides
Aún no hemos incorporado en nosotros el mensaje de Eurípides que es esperarse lo inesperado. El fin del siglo XX ha sido propicio, sin embargo, para comprender la incertidumbre irremediable de la historia humana
Los siglos anteriores siempre creyeron en un futuro bien fuera repetido o progresivo. El siglo XX ha descubierto la pérdida del futuro, es decir su impredecibilidad. Esta toma de conciencia debe estar acompañada de otra retroactiva y correlativa : la de la historia humana que ha sido y sigue siendo una aventura desconocida. Una gran conquista de la inteligencia sería poder, al fin, deshacerse de la ilusión de predecir el destino humano. El avenir queda abierto e impredecible. A través de la Historia, ha habido determinaciones económicas, sociológicas, entre otras, pero éstas están en relación inestable e incierta con accidentes y riesgos innumerables que hacen bifurcar o desviar su curso.
Las civilizaciones tradicionales vivían con la certeza de un tiempo cíclico cuyo funcionamiento debía asegurarse por medio de sacrificios, a veces humanos. La civilización moderna ha vivido con la certeza del progreso histórico. La toma de conciencia de la incertidumbre histórica se hace hoy en día con el derrumbamiento del mito del Progreso. Un progreso es ciertamente posible, pero incierto. A esto se suman todas las incertidumbres debidas a la velocidad y a la aceleración de los procesos complejos y aleatorios de nuestra era planetaria que ni la mente humana ni un supercomputador ni ningún demonio de Laplace podrían abarcar.
LA INCERTIDUMBRE HISTÓRICA
¿ Quién hubiera pensado en la primavera de 1914 que un atentado cometido en Sarajevo desencadenaría una guerra mundial que duraría cuatro años y que provocaría millones de víctimas ?
¿ Quién hubiera pensado en 1916 que el ejército ruso se disgregaría y que un partidito marxista marginal provocaría, contrario a su propia doctrina, una revolución comunista en octubre de 1917 ?
¿ Quién hubiera pensado en 1918 que el tratado de paz que se firmó llevaba en sí mismo los gérmenes de una segunda guerra mundial que estallaría en 1939 ?
¿ Quién hubiera pensado en la prosperidad de 1927 que una catástrofe económica, que inició en Wall Street en 1929, se desencadenaría en todo el planeta ?
¿ Quién hubiera pensado en 1930 que Hitler llegaría legalmente al poder en 1933 ?
¿ Quién hubiera pensado en 1940-1941, a parte de algunos irrealistas, que a la formidable dominación nazi sobre Europa y luego a los progresos impresionantes de la Wehrmacht en la URSS hasta las puertas de Leningrado y Moscú les sucedería un vuelco total de la situación ?
¿ Quién hubiera pensado en 1943, en plena alianza entre soviéticos y occidentales, que sobrevendría la guerra fría entre estos mismos aliados tres años después ?
¿ Quién hubiera pensado en 1980, a parte de algunos iluminados, que el Imperio Soviético implosionaría en 1989 ?
¿ Quién hubiera imaginado en 1989 la guerra del Golfo y la guerra que desintegraría a Yugoslavia ?
¿ Quién, en enero de 1999, hubiera soñado con los ataques aéreos sobre Serbia en marzo del mismo año, y quién, en el momento en que son escritas estas líneas, podría medir las consecuencias ?
Nadie puede responder a estas preguntas al momento de escribir estas líneas y tal vez permanezcan sin respuesta aún en el siglo XXI. Como decía Patocka : « El devenir es ahora cuestionado y lo será para siempre ». El futuro se llama incertidumbre.
2. La historia creadora y destructiva
El surgimiento de lo nuevo no se puede predecir, sino no sería nuevo. El surgimiento de una creación no se puede conocer por anticipado, sino no habría creación.
La historia avanza, no de manera frontal como un río, sino por desviaciones que proceden de innovaciones o creaciones internas, o de acontecimientos o accidentes externos. La transformación interna comienza a partir de creaciones, primero locales y casi microscópicas que se efectúan en un medio restringido primero a algunos individuos, y que aparecen como desviaciones con relación a la normalidad. Si no se atrofia la desviación, entonces, en condiciones favorables formadas generalmente por crisis, puede paralizar la regulación que la frenaba o la reprimía y luego proliferarse de manera epidémica, desarrollarse, propagarse y volverse una tendencia cada vez más potente que produce una nueva normalidad. Así ha sucedido con todos los inventos técnicos, el de la yunta, el de la brújula, la imprenta, la máquina de vapor, el cine, hasta el computador; así fue con el capitalismo en las ciudades-Estado del Renacimiento; igualmente, con todas las grandes religiones universales que nacieron de una predicación singular con Sidharta, Moisés, Jesús, Mohamed, Luther; también con todas las grandes ideologías universales provenientes de algunas mentes marginales.
Los despotismos y totalitarismos saben que los individuos portadores de diferencia constituyen una desviación potencial; ellos los eliminan y aniquilan los micro focos de desviación. Sin embargo, los despotismos terminan por ablandarse y la desviación surge, incluso al más alto nivel del Estado, de manera inesperada en la mente de un nuevo soberano o de un nuevo secretario general.
Toda evolución es el logro de una desviación cuyo desarrollo transforma el sistema donde ella misma ha nacido : ella desorganiza el sistema reorganizándolo. Las grandes transformaciones son morfogénesis, creadoras de formas nuevas que pueden constituir verdaderas metamorfosis. De todas formas, no hay evolución que no sea desorganizadora/reorganizadora en su proceso de transformación o de metamorfosis.
No existen solamente las innovaciones y las creaciones. También existen las destrucciones. Estas pueden traer nuevos desarrollos : así como los desarrollos de la técnica, la industria y el capitalismo han arrastrado la destrucción de las civilizaciones tradicionales. Las destrucciones masivas y brutales llegan del exterior por la conquista y la exterminación que aniquilaron los imperios y ciudades de la Antigüedad. En el siglo XVI, la conquista española constituye una catástrofe total para los imperios y civilizaciones de los Aztecas y de los Incas. El siglo XX ha visto el hundimiento del Imperio Otomano, el del Imperio Austro-Húngaro y la implosión del Imperio Soviético. Además, muchas adquisiciones se perdieron para siempre después de estos cataclismos históricos. Muchos saberes, obras de pensamiento, muchas obras maestras literarias, inscritos en los libros, fueron destruidos con estos libros. Hay una muy débil integración de la experiencia humana adquirida y un muy fuerte desperdicio de esta experiencia en gran parte derrochada por cada generación. Sin duda alguna, hay un enorme desperdicio de la adquisición en la historia; muchas buenas ideas no han sido integradas, por el contrario han sido rechazadas por las normas, los tabúes, las prohibiciones.
La historia nos muestra también sorprendentes creaciones como la de Atenas cinco siglos antes de nuestra era, donde aparecen tanto la democracia y la filosofía como terribles destrucciones no solamente de sociedades sino de civilizaciones.
La historia no constituye entonces, una evolución lineal. Ella conoce turbulencias, bifurcaciones, desviaciones, fases inmóviles, estadios, periodos de latencia seguidos de virulencias como en el cristianismo el cual incubó dos siglos antes de sumergir el Imperio Romano; procesos epidémicos extremadamente rápidos como la difusión del Islam. Es un enjambre de devenires enfrentados con riesgos, incertidumbres que involucran evoluciones, enredos, progresiones, regresiones, rupturas. Y, cuando se ha constituido una historia planetaria, ésta acarrea como lo hemos visto en este siglo dos guerras mundiales y erupciones totalitarias. La Historia es un complejo de orden, de desorden y de organización. Obedece a determinismos y azares donde surgen sin cesar el « ruido y el furor ». Tiene siempre dos caras opuestas : civilización y barbarie, creación y destrucción, génesis y muerte...
3. UN MUNDO INCIERTO
La aventura incierta de la humanidad no hace más que perseguir en su esfera la aventura incierta del cosmos que nació de un accidente impensable para nosotros y que continúa en un devenir de creaciones y de destrucciones.
Hemos aprendido a finales del siglo XX que hay que substituir la visión de un universo que obedece a un orden impecable por una visión donde el universo sea el juego y lo que está en juego de una dialógica (relación antagónica, competente y complementaria) entre el orden, el desorden y la organización.
La Tierra, probablemente en sus inicios un montón de desperdicios cósmicos procedentes de una explosión solar, se organizó así misma en una dialógica entre orden « desorden « organización, sufriendo no sólo erupciones y temblores sino también el choque violento de aerolitos de los cuales tal vez uno suscitó el desprendimiento de la luna.
4. ENFRENTAR LAS INCERTIDUMBRES
Una nueva conciencia empieza a surgir : el hombre, enfrentado a las incertidumbres por todos los lados, es arrastrado hacia una nueva aventura. Hay que aprender a enfrentar la incertidumbre puesto que vivimos una época cambiante donde los valores son ambivalentes, donde todo está ligado. Es por eso que la educación del futuro debe volver sobre las incertidumbres ligadas al conocimiento (cf. Capítulo II) ya que existe :
Un principio de incertidumbre cerebro-mental que se deriva del proceso de traducción/reconstrucción propio a todo conocimiento.
Un principio de incertidumbre lógica. Como decía Pascal muy claramente : « ni la contradicción es señal de falsedad ni la no contradicción es señal de verdad ».
Un principio de incertidumbre racional ya que la racionalidad, si no mantiene su vigilancia autocrítica, cae en la racionalización.
Un principio de incertidumbre sicológica : No existe la posibilidad de ser totalmente consciente de lo que pasa en la maquinaria de nuestra mente, la cual siempre conserva algo fundamentalmente inconsciente. Existe pues, la dificultad de un auto-examen crítico por medio del cual nuestra sinceridad no garantiza certidumbre; existen límites para cualquier auto-conocimiento.
Tantos problemas dramáticamente ligados hacen pensar que el mundo no sólo está en crisis, está en este estado violento donde se enfrentan las fuerzas de muerte y las fuerzas de vida que bien podemos llamar agonía. Aunque solidarios, los humanos siguen siendo enemigos entre sí y el desencadenamiento de odios entre razas, religiones, ideologías siempre acarrea guerras, masacres, torturas, odios, desprecios. Los procesos son destructores de un mundo antiguo, multimilenario por un lado, multisecular por el otro. La humanidad no acaba de explicarse la Humanidad. Aún no sabemos si sólo se trata de la agonía de un viejo mundo que anuncia un nuevo nacimiento o de una agonía mortal. Una conciencia nueva empieza a surgir : la Humanidad es llevada hacia una aventura desconocida.
4.1 La incertidumbre de lo real
La realidad no es evidentemente legible. Las ideas y teorías no reflejan sino que traducen la realidad, la cual pueden traducir de manera errónea. Nuestra realidad no es otra que nuestra idea de la realidad.
Igualmente, que importa no ser realista en sentido trivial (adaptarse a lo inmediato), ni irrealista en el mismo sentido (sustraerse de las coacciones de la realidad), lo que importa es ser realista en el sentido complejo : comprender la incertidumbre de lo real, saber que hay un posible aún invisible en lo real.
Esto nos muestra que hay que saber interpretar la realidad antes de reconocer donde está el realismo.
Una vez más nos llegan incertidumbres sobre la realidad que impregnan de incertidumbre los realismos y revelan, de pronto, que aparentes irrealismos eran realistas.
4.2 La incertidumbre del conocimiento
El conocimiento es una aventura incierta que conlleva en sí misma y permanentemente el riesgo de ilusión y de error.
Ahora bien, es en las incertidumbres doctrinales, dogmáticas e intolerantes donde se encuentran las peores ilusiones; en cambio, la conciencia del carácter incierto del acto cognitivo constituye la oportunidad para llegar a un conocimiento pertinente, el cual necesita exámenes, verificaciones y convergencia de indicios; así, en los crucigramas, se llega a la precisión por cada palabra adecuada según su definición y su congruencia con las otras palabras que abarcan letras comunes; la concordancia general que se establece entre todas las palabras constituye una verificación de conjunto que confirma la legitimidad de las diferentes palabras inscritas. Pero la vida, a diferencia de los crucigramas, comprende casos sin definición, casos con falsas definiciones y especialmente la ausencia de un marco general cerrado; es sólo allí, donde se puede aislar un marco y se pueden manejar elementos clasificables, como en el cuadro de Mendeleïev, que se pueden lograr certezas. Una vez más repitámoslo : el conocimiento es navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certezas.
4.3 Las incertidumbres y la ecología de la acción
Se tiene, a veces, la impresión de que la acción simplifica debido a que en una alternativa se decide, se elige. Ahora bien, la acción es decisión, elección y también es apuesta. En la noción de apuesta existe la conciencia de riesgo y de incertidumbre.
Aquí interviene la noción de ecología de la acción. Tan pronto como un individuo emprende una acción, cual fuere, ésta empieza a escapar a sus intenciones. Dicha acción entra en un universo de interacciones y finalmente es el entorno el que se la toma en uno u otro sentido que puede contrariar la intención inicial. A menudo, la acción se nos devuelve como un boomerang, lo que nos obliga a seguirla, a intentar corregirla (si hay tiempo) y, en ocasiones a destruirla, como hacen los responsables de la NASA cuando explotan un cohete porque se desvía de su trayectoria.
La ecología de la acción es, en suma, tener cuenta de su propia complejidad, es decir riesgo, azar, iniciativa, decisión, inesperado, imprevisto, conciencia de desviaciones y transformaciones.
Una de las más grandes adquisiciones del siglo XX ha sido el establecimiento de teoremas que limitan el conocimiento, tanto en el razonamiento (teorema de Gödel, teorema de Chaitin) como en la acción. En este campo, señalemos el teorema de Arrow que constituye la imposibilidad de asociar un interés colectivo a partir de intereses individuales como definir un éxito colectivo a partir de la colección de éxitos individuales. En otras palabras, no existe la posibilidad de plantear un algoritmo de optimización en los problemas humanos : la búsqueda de la optimización sobrepasa cualquier capacidad de búsqueda disponible, y finalmente se vuelve no óptima, incluso pésima, la búsqueda de un optimum. Se nos lleva a una nueva incertidumbre entre la búsqueda del mayor bien y la del menor mal.
Por otra parte, la teoría de los juegos de Von Neumann nos muestra que más allá de un duelo entre dos actores racionales no se puede decidir la mejor estrategia con certeza. Ahora bien, los juegos de la vida raramente comportan dos actores y mucho menos racionales.
En resumen, la gran incertidumbre que hay que afrontar viene de lo que llamamos la ecología de la acción que comprende cuatro principios.
4.3.1 El bucle riesgo « precaución
El principio de incertidumbre proviene de la doble necesidad del riesgo y de la precaución. Para cualquier acción que se emprenda en un medio incierto hay contradicción entre el principio de riesgo y el principio de precaución, siendo ambos necesarios; se trata de poder ligarlos a pesar de su oposición según el dicho de Pericles : « Nosotros sabemos a la vez probar una audacia extrema y no emprender nada sin una reflexión detenida. En los demás el atrevimiento es un efecto de la ignorancia mientras que la reflexión implica indecisión », (en Thucydide, Guerra del Peloponeso).
4.3.2 El bucle fines « medios
El principio de incertidumbre del fin y de los medios. Como los medios y los fines inter-retro-actúan los unos con los otros, es casi inevitable que medios innobles al servicio de fines nobles los alteren y terminen por sustituirlos. Los medios dominantes empleados para un fin liberador pueden no solamente contaminar este fin sino también auto-finalizarse. Por ejemplo, la Tcheka, después de haber pervertido el proyecto socialista, se autofinalizó convirtiéndose, bajo los nombres sucesivos de Guépéou, NKVD, KGB, en una potencia policíaca suprema destinada a autoperpetuarse. Sin embargo, la astucia, la mentira y la fuerza al servicio de una justa causa pueden salvarla sin contaminarla, a condición de haber utilizado medios excepcionales y provisionales. En cambio, es posible que acciones perversas conduzcan a resultados excelentes, justamente por las acciones que provocan. Entonces, no es absolutamente cierto que la pureza de los medios conduzca a los fines deseados, ni tampoco que su impureza sea necesariamente nefasta.
4.3.3 El bucle acción«contexto
Toda acción escapa a la voluntad de su autor cuando entra en el juego de las inter-retro-acciones del medio donde interviene. Tal es el principio propio de la ecología de la acción. La acción no sólo arriesga el fracaso sino también la desviación o la perversión de su sentido inicial o puede incluso volverse contra sus iniciadores. Así, el inicio de la Revolución de Octubre de 1917, no suscitó una dictadura del proletariado sino una dictadura sobre el proletariado. En un sentido más amplio, las dos vías hacia el Socialismo, la reformista social-demócrata y la revolucionaria leninista terminaron ambas en cualquier cosa distinta a sus finalidades. La instalación del rey Juan Carlos en España, según la intención del general Franco de consolidar su orden despótico, contribuyó por el contrario a llevar a España hacia la democracia.
La acción puede tener tres tipos de consecuencias insospechadas como lo ha reseñado Hirschman :
El efecto perverso (el efecto nefasto inesperado es más importante que el efecto benéfico esperado).
La inanidad de la innovación (entre más cambia más es la misma cosa).
La puesta en peligro de las adquisiciones obtenidas (se ha querido mejorar la sociedad, pero no se ha logrado otra cosa que suprimir libertades o seguridades). Los efectos perversos, vanos, nocivos de la Revolución de Octubre de 1917 se manifestaron en la experiencia soviética.
5. La impredecibilidad a largo plazo
En realidad, se pueden considerar o calcular a corto plazo los efectos de una acción, pero sus efectos a largo plazo son impredecibles. Así, las consecuencias en cadena de la Revolución Francesa (1789) fueron todas inesperadas: el Terror, el Termidor, el Imperio, y más adelante el reestablecimiento de los reyes Borbones, y aún más, las consecuencias europeas y mundiales hasta octubre de 1917 fueron impredecibles, como lo fueron enseguida también las del mismo Octubre de 1917, desde la formación del imperio totalitario hasta su caída.
De esta manera, ninguna acción está segura de obrar en el sentido de su intención.
La ecología de la acción nos invita, sin embargo, no a la inacción sino a la apuesta que reconoce sus riesgos y a la estrategia que permite modificar incluso anular la acción emprendida.
5.1 La apuesta y la estrategia
En efecto, hay dos vías para enfrentar la incertidumbre de la acción. La primera es la plena conciencia de la apuesta que conlleva la decisión; la segunda el recurso a la estrategia.
Una vez bien tomada la decisión, la plena conciencia de la incertidumbre se vuelve la plena conciencia de una apuesta. Pascal había reconocido que su fe provenía de una apuesta. La noción de apuesta se debe generalizar para cualquier fe; la fe en un mundo mejor, la fe en la fraternidad o en la justicia, así como en toda decisión ética.
La estrategia debe prevalecer sobre el programa. El programa establece una secuencia de acciones que deben ser ejecutadas sin variación en un entorno estable; pero desde que haya modificación de las condiciones exteriores el programa se bloquea. En cambio, la estrategia elabora un escenario de acción examinando las certezas y las incertidumbres de la situación, las probabilidades, las improbabilidades. El escenario puede y debe ser modificado según las informaciones recogidas, los azares, contratiempos u oportunidades encontradas en el curso del camino. Podemos, dentro de nuestras estrategias, utilizar secuencias cortas programadas, pero para todo aquello que se efectúe en un entorno inestable e incierto, se impone la estrategia; ésta debe privilegiar tanto la prudencia como la audacia y si es posible las dos a la vez. La estrategia puede y debe efectuar compromisos con frecuencia. ¿Hasta dónde? No hay respuesta general para esta pregunta, es más, hay un riesgo que puede ser el de la intransigencia que conduce a la derrota o el de la transigencia que conduce a la abdicación. Es en la estrategia que siempre se plantea, de manera singular en función del contexto y en virtud de su propio desarrollo, el problema de la dialógica entre fines y medios.
Finalmente, tenemos que considerar las dificultades de una estrategia al servicio de una finalidad compleja como la que indica el lema «libertad, igualdad, fraternidad». Estos tres términos complementarios son al mismo tiempo antagónicos; la libertad tiende a destruir la igualdad; ésta, si es impuesta, tiende a destruir la libertad; por último, la fraternidad no puede ser ni decretada ni impuesta sino incitada. Según las condiciones históricas, una estrategia deberá favorecer la libertad o la igualdad o la fraternidad sin oponerse nunca a los otros dos términos.
De esta forma, la respuesta a las incertidumbres de la acción está constituida por la buena elección de una decisión, por la conciencia de la apuesta, la elaboración de una estrategia que tenga en cuenta las complejidades inherentes a sus propias finalidades, que en el transcurso de la acción pueda modificarse en función de los riesgos, informaciones, cambios de contexto y que pueda considerar un eventual torpedeo de la acción que hubiese tomado un curso nocivo. Por esto, se puede y se debe luchar contra las incertidumbres de la acción; se puede incluso superarlas a corto o mediano plazo, pero nadie pretendería eliminarlas a largo plazo. La estrategia, como el conocimiento, sigue siendo la navegación en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certezas.
El deseo de aniquilar la Incertidumbre puede parecernos como la enfermedad misma de nuestras mentes y toda dirección hacia la gran Certeza no podría ser más que un embarazo psicológico.
El pensamiento, entonces, debe encaminarse y aguerrirse para afrontar la incertidumbre. Todo aquello que implica oportunidad implica riesgo y el pensamiento debe diferenciar las oportunidades de los riesgos así como los riesgos de las oportunidades.
El abandono del progreso garantizado por las «leyes de la Historia» no es el abandono del progreso sino el reconocimiento de su carácter incierto y frágil. La renuncia al mejor de los mundos no es de ninguna manera la renuncia a un mundo mejor.
En la historia, hemos visto permanente y desafortunadamente que lo posible se vuelve imposible y podemos presentir que las más ricas posibilidades humanas siguen siendo imposibles de realizar. Pero también hemos visto que lo inesperado llega a ser posible y se realiza; hemos visto a menudo que lo improbable se realiza más que lo probable; sepamos, entonces, confiar en lo inesperado y trabajar para lo improbable.
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